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miércoles, 15 de abril de 2009

Viajando por tierras de Asia





"Todos los caminos están abiertos" es un libro pequeño, muy bien editado, compuesto de una selección de textos de Annemarie Schwarzenbach, que redactó para distintos periódicos.
Annemarie Schwarzenbach era una chica de buena familia suiza. De una gran personalidad, ambigua y atormentada, fue denominada por Thomas Mann "el ángel devastado". Además de doctora en historia, fue arqueóloga, reportera y una viajera inconsolable, como ha sido también definida. Llevó a cabo innumerables viajes por Ásia, África, Europa y Estados Unidos entre 1934 y 1941. La mayoría de sus viajes los hizo en coche con amigas fotógrafas o escritoras. Después de tantos viajes por todo lo ancho y largo del mundo, murió en un accidente de bicicleta en su país, a los 34 años.





El viaje a Afganistán que nos ocupa lo llevó a cabo con Ella Maillart, autora de libros de viaje nacida en Ginebra. Entonces su salud no era muy buena, ya que acababa de salir de un tratamiento de desintoxicación de morfina de varios meses. Su medio de transporte fue un Ford de lujo, regalo del padre de Annemarie, que cargaron de máquina de escribir, cámaras fotográficas, filmadoras y gran número de rollos. Salieron en junio del 39 desde Ginebra, pero dejemos a ella relatar su extensísimo recorrido:





“Estaba acostumbrada a contar cada kilómetro y a ganar cada palmo de tierra, desde el paso de Simplón y las llanuras italianas, las colinas de Yugoslavia, los bancos del Danubio y los campos de rosas de Bulgaria hasta las relucientes puertas, torres y gentes de Estambul; desde el mar Negro y las idílicas riberas de Trebisonda hasta el pie del Ararat, que emerge solitario entre las nubes de Anatolia; desde la pequeña ciudad de Maku, enclavada entre peñascos, hasta las montañas azules de Tabriz y las cumbres del Damavand, eternamente coronadas de nieve; desde las calurosas depresiones del mar Caspio, envueltas en una febril calima, hasta la solitaria tumba de los mongoles a orillas de la estepa turkmena –y siempre hacia delante, hasta la catedral dorada de la ciudad santa de Meshed, hasta la frontera desértica entre Persia y Afganistán, hasta los minaretes inmortales de la Musallah a las puertas de Herat, hasta el Murghab que se pierde en la arena a la altura de Merv, hasta la rivera del Oxus y las desoladas planicies del Turquestán, azotadas por los vientos, hasta las estrechas gargantas y los maravillosos pasos del Hindu Kush, hasta Kabul y Ghazni, hasta el Khaybar, la puerta de la India-…”, pp. 139-.



Musallah de Herat (Afganistán)


Monte Ararat (Anatolia), el más alto de Turquía


Mapa de Afganistán



Las montañas del Hindu Kush (centro y nordeste de Afganistan), extremo oeste del Himalaya


De este bello fragmento han tomado el título del libro:

“En el paso de Khaybar, unos funcionarios de aduana ingleses me pidieron mi documentación: “¿Cuándo atravesó por última vez esta frontera?” Me costó mucho hacerles entender que nunca había atravesado esa frontera, que nunca la había visto. ¿De dónde te trae el camino, forastera?
Se sorprendieron un poco. De Persia, del Turquestán… Ciertamente, todos los caminos están abiertos, y no llevan a ninguna parte, a ninguna parte.”, p. 137.




El libro sobre todo describe paisajes pero hay algunos fragmentos en los que se refiere a los afganos. Destacamos el siguiente:

Hasta el momento, Ella [Maillart] y yo solo habíamos podido mantener conversaciones teóricas sobre las mujeres de Afganistán. En las varias semanas que llevábamos recorriendo este país de estricta observancia musulmana, habíamos trabado amistad con campesinos, funcionarios municipales, soldados, comerciantes del bazar y gobernadores de provincia; en todas partes habíamos constatado la hospitalidad de la gente y empezábamos a encariñarnos con este pueblo masculino, alegre e incorrupto. En la esplendorosa ciudad de Herat habíamos asistido a las competiciones de esgrima y a la plegaria comunitaria de los jóvenes que al atardecer se congregaban en un prado ante la puerta de la villa. Por el camino, cuando nos deteníamos a descansar tras recorrer largos tramos sin sombra, sencillos campesinos solían unírsenos y compartir con nosotras sus melones. Nunca tuvimos necesidad de montar las tiendas ni de prepararnos la sopa. En los pueblos, el alcalde nos daba la bienvenida y nos convidaba a té y uvas. Al atardecer nos llevaban a hermosos jardines, donde atentos criados servían el pilaf, el plato de arroz típico, y mientras comíamos acudía el anfitrión acompañado de su comitiva a visitarnos y, a menudo, mantenía largas y minuciosas conversaciones con nosotras.
Sin embargo, teníamos la sensación de estar en un país sin mujeres…., pp. 69-70.



Terminaremos con otro pasaje en el que queda patente "su admiración" por los ingleses:

¡Dos mujeres viajando solas! “¿Cómo pudieron viajar? ¿Cómo consiguieron víveres?¿Dónde durmieron?¿No les ocurrió nunca nada desagradable?”
Desde que atravesamos el famoso paso de Khaybar y llegamos a los guarnecidos asentamientos ingleses en la India, siempre nos hacen las mismas preguntas. Y si hemos de responder conforme a la verdad, diremos: “Entre nuestros amigos afganos nos sentimos tan seguras como en el seno de Abraham.” Suscitamos entonces la sonrisa escéptica de algún inglés o la mezcla de admiración e indulgencia de aquellos que nunca han viajado más que llevando consigo su lunch frío preparado cuidadosamente en la tiffinbox, con una docena de botellas de cerveza helada y contando, además del chofer, con un boy que por la noche les prepara el baño y les plancha la camisa del esmoquin…Y sin embargo, nosotras, dos mujeres solas, sin boy, chófer ni tan siquiera gentleman, lo recorrimos. No íbamos provistas de cervezas heladas ni de armas de fuego, no entendíamos más que unas cuantas palabras de persa y tampoco habíamos querido llevar intérprete… , p. 113-4.

Annemarie Schwarzenbach, Todos los caminos están abiertos, trad. María Esperanza Romero, posfacio de Roger Perret, editorial minúscula, Barcelona, 2008.

Otras obras suyas o sobre ella:
Muerte en Persia, Annemarie Schwarzenbach, Minúscula, Barcelona, 2003.

Ella, tan amada, Melania G. Mazzuco (biografía novelada de Annemarie), Anagrama, 2006, trad. J. González Rovira.

"Una aproximación al Oriente de Annemarie Schwarzenbach", Patricia Almarcegui, Quaderns de la Mediterrànea, nº9, 2008, pp. 421-425.
Annemarie Schwarzenbach, Dominique Grente/Nicole Müler, Barcelona, Circe, 1991, 248, pp.



Imágenes: 1)Encuentro, 2)Annemarie fotógrafa, 3) Annemarie, gran conductora, 4)Annemarie y Ella, 5) Musallah de Herat, 6)El monte Ararat, 7)Mapa de Afganistán, 8) Hindu Kush, 9)Mapa de la zona del mar Caspio, 10) Bamiyan (Afganistán) 1939-1940.

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